El campo de la
educación superior ha captado en las últimas semanas el interés
informativo y editorial de publicaciones como el New York Times, Financial Times y The Economist
(por este mismo orden).
Los MOOCS (Massive Open Online Courses) parecen no estar dejando indiferente
fuera de España a casi ningún alto dirigente político, ejecutor
universitario, empresario tecnológico e inversor en el campo de la
educación superior.
Para evitar confusiones y
oportunismos de última hora, los MOOCS no son sinónimo de compra de un
gran número de ordenadores personales a repartir entre los alumnos, ni
de instalar fibra óptica y pantallas inteligentes en las aulas, ni
tampoco de contratar a más profesores de informática ni mucho menos de
subir a un repositorio estático todos los planes de asignatura y
materiales documentales en formato digital, gracias a herramientas como
Moodle y Blackboard.
Los MOOCS son más bien algo así como plataformas multimedia de conocimiento útil o
portales web de contenido formativo aplicado, agregado por temáticas
(más de ciencias que de humanidades, por el momento). Los MOOCS integran
bajo un escaparate ciertamente atractivo, manejable y compacto una
multitud de herramientas pedagógicas espléndidamente interconectadas;
grabaciones de imagen, narraciones de voz, tests, casos de estudio,
experimentos de laboratorio, guías de autoevaluación, comunidades de
estudiantes, chats, animaciones visuales, notas técnicas para el
instructor y múltiples recursos infográficos para el perfeccionamiento
asimilativo. La interpretación del sueño ideal de los MOOCS sería la
aproximación a la experiencia educativa terrenal de un estudiante en un
magnífico campus y centro universitario, girando todo el proceso de
aprendizaje y vivencias en torno a él, y facilitándole para ello todo
tipo de artilugios pedagógicos y recursos humanos.
los MOOCS viene de la mano de su filosofía coparticipativa, en la
que las ideas, reflexiones y puntos de vista de cada cual son igualmente
válidos y respetados, contribuyendo así al enriquecimiento del ambiente
mixto de entretenimiento y conocimiento en el que se desenvuelve la
clase. Es irremediable recordar la revolución que supusieron
en su día las redes P2P (Peer2Peer) para el intercambio gratuito de
música y cine, a pesar del triste final empresarial de algunos de sus
“jugadores”.
Los MOOCS, aun siendo actualmente
más complementos que sustitutivos de la enseñanza convencional, podrían
convertirse en el medio plazo en un factor desestabilizador para
la representatividad y rentabilidad de las universidades de mentalidad
decimonónica (por no referirnos a las medievales). Entre estas posibles
víctimas se encontrarían igualmente las clásicas de educación a
distancia o por correspondencia, de hace casi un siglo (década de 1920)
en países como EEUU y que ahora en el Reino Unido han tomado conciencia
de esta imperativa readaptación tecnológica (por ejemplo, la propia Open
University).
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